Las mujeres “solas”
Los modelos de familia están cambiando. Desde
que empecé a trabajar en el laboratorio de embriología hasta ahora, han pasado
algunos años, y no solamente han aparecido nuevas tecnologías y hemos avanzado
en cuanto a distintos métodos diagnósticos y al final, en la consecución de más
embarazos; sino que también la sociedad ha cambiado. No hace tanto tiempo que
se consideraba un estigma el embarazo de una mujer sin pareja. Ahora, es un
derecho.
Cada vez más acuden a nosotros mujeres solas
para que les ayudemos a conseguir su sueño: un hijo. Y no me gusta cuando se
habla de “mujeres solas”. Porque creo que no están solas. Y no es únicamente
porque cada vez hay más, existen asociaciones de pacientes y grupos de apoyo, y
viven en un entorno que en absoluto se les puede considerar de soledad. Es que
tienen totalmente claro que su deseo va más allá de la mera ilusión y la
necesidad de ver cumplida una ambición. Las mujeres que quieren tener un hijo
sin la compañía masculina, son fuertes, se sienten completamente seguras de sí
mismas y de la educación que pueden proporcionar a su descendencia. Son
conscientes de la dificultad de su proyecto, y no se hacen vanas esperanzas del
camino que tienen que recorrer.
Cuando en el laboratorio tenemos que realizar un
ciclo, bien sea de inseminación artificial o de Fecundación in vitro, en el que
hay que elegir un donante para una pareja, no hay duda, elegimos el donante en
base a las características del varón: grupo sanguíneo, altura, peso, color de
pelo, color de ojos y piel. La mujer quiere que se parezca a su pareja.
La Ley de Reproducción Asistida en España
obliga a que sea el equipo médico el que se ocupe de la elección del donante. Y
por regla general, las mujeres dejan la elección del donante en nuestras manos,
aunque no tengan pareja masculina. En estos casos, muchas veces se nos presenta
la duda de que donante elegir. Teniendo en cuenta, como es obvio, la raza, el
resto de las características no importa: la mujer solo quiere que el niño nazca
sano y le da igual el color de ojos, o si es rubio o moreno. Y es que ese hijo es de ella y de nadie más.
En ocasiones he sentido dudas sobre el deseo
tan grande de maternidad que expresan estas mujeres. He de confesar que he
sentido algún recelo pensando en que esa necesidad podía nacer del egoísmo de
ver colmada una ansiedad, de ser un anhelo en el que no
se pensaba en el que iba a nacer.
Ahora tras el paso de los años, y después de
ver a tantas mujeres llenas de esperanza, he comprendido que no es egoísmo,
sino todo lo contrario; están tan llenas de amor, que tienen que compartirlo
generosamente de la manera más difícil que se puede hacer; criando un hijo y
olvidándose de uno mismo, para ser simplemente una madre.
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