Vuelta al trabajo
Hoy es mi primer día después de vacaciones, y
me siento como cuando era niña y empezaba el colegio en septiembre. Por una
parte, deseas seguir disfrutando del ocio y el descanso, pero por otra, anhelas
tu trabajo diario y tus rutinas. De entonces, aún recuerdo el olor a nuevo de
los lápices y los cuadernos. Y como me resistía a utilizar las gomas de borrar,
tan nuevas. Ahora, cierro los ojos y puedo sentir el olor del laboratorio y es
como si comenzara un nuevo curso.
La verdad es que, aunque haya disfrutado de una
pausa veraniega, el descanso ha sido más bien físico que mental, ya que es
imposible desconectar del todo. O por lo menos, yo no puedo. Además, los medios
actuales (correo electrónico, redes, etc.), te facilitan la tarea de estar
siempre al tanto de lo que ocurre en el laboratorio. Porque la Clínica no se
cierra nunca. No hay vacaciones ni días de fiesta ni fines de semana para el
ovario. De manera que durante todo el
año tenemos pacientes que piden nuestra ayuda, y siempre hay casos que me gusta
seguir de cerca y comprobar como finalizan.
Y la alegría es aún mayor cuando, en la
distancia, hablo con mis compañeros y me comunican un test de embarazo
positivo, o el resultado de una ecografía para visualizar el embrión, en
perfecto estado. Es reconfortante, y hace que, aunque no me olvide del trabajo,
me deje un poso de felicidad.
Sin embargo, el descanso físico me ha venido
muy bien. Mucha gente puede pensar que el trabajo del laboratorio no conlleva
un esfuerzo corporal. Si acaso, el estrés de ver día a día la evolución de la
fecundación y la división de los embriones. Pero las condiciones en que es
necesario trabajar para el correcto desarrollo de estos, ocasiona que a veces
acabemos el día bastante derrotados. Sobre todo, hay dos aspectos que a mi en
concreto, me cansan con frecuencia: trabajar con poca luz, y la microinyección
de los ovocitos. En el primer caso, porque no es conveniente que los ovocitos y
los embriones reciban la luz directa, y aunque terminas por acostumbrarte, al
final del día puedes terminar con dolor de cabeza. Y en segundo lugar, cuando
una paciente tiene muchos ovocitos para microinyectar, y hay que permanecer en
el microinyector mucho tiempo, primero buscando espermatozoides, y luego, en tensión,
inyectando uno a uno en cada óvulo, con frecuencia suelo acabar con un dolor de
espalda importante.
Muchas veces pienso que el trabajo de embriólogo
es un trabajo para jóvenes. No quiero pensar todavía que va a ser de mi cuando
vaya cumpliendo años, y pierda vista, y me duelan las articulaciones, porque me
encanta lo que hago. Pero bueno, ya habrá tiempo para ello. De momento, estoy
aquí, y me alegro. Espero que unos a otros nos vayamos pasando el testigo, y
los que vengan detrás puedan disfrutar al igual que lo hago yo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuchas gracias por su mensaje, Verónica. El Diario de un embriólogo lo puede encontrar también en la nueva web de la Clínica Tambre
EliminarAsimismo queremos animarla a seguir el nuevo Blog de Tambre < https://clinicatambre.com/blog/ > donde podrá conocer de primera mano nuestra experiencia como embriólogos en todas las entradas que se refieren a este apasionante oficio relatadas por un equipo entusiasta y altamente comprometido. Con un afectuoso saludo.