Haciendo Balance
Son ya más de
las cuatro de la tarde, y al notar las llamadas silenciosas de mi estómago, me
he dado cuenta de que aún no he comido. No me ha dado tiempo, ya que hoy ha
sido un día bastante duro. Y no por el laboratorio. Casi todo el tiempo lo he
ocupado en tareas distintas a las que se puede pensar son las habituales de un
biólogo. He estado casi toda la mañana al teléfono, informando a las pacientes,
o en el ordenador, haciendo informes, pasando datos de los ciclos o terminando
las estadísticas mensuales.
Ya falta poco
para que acabe el año, y hemos de hacer el resumen de resultados: porcentaje de
gestaciones, tasa total de fecundación de ovocitos, grado de división de los
embriones… Todos los indicadores necesarios que nos hacen conocer cual es el
resultado de nuestro trabajo en el laboratorio. Que nos ayudan a mejorar,
intentando cada mes aumentar las cifras, y corrigiendo los datos que en
ocasiones nos indican que algo no va bien. En realidad, es un mal necesario:
mucho “papeleo” en principio, pero para poder darle un buen uso, que es el de
mejorar continuamente.
Es entonces
cuando desaparecen los casos individuales, los pacientes con los que hablamos,
la parte humana. Es cuando las cifras globales nos orientan en la dirección
adecuada. Y esto, aunque más aburrido, también es necesario.
Tenemos que
revisar los protocolos de cada uno de los procesos, anotar los cambios que se
hayan producido a lo largo del año: cambios en los medios de cultivo, o nuevos
incubadores, cambios en los procedimientos como consecuencia de los avances que
aparecen en la medicina de la reproducción. Todo tiene que estar perfecto y
localizable.
Es
imprescindible, por otra parte, mantener la trazabilidad en todo momento: una
pareja puede haber tenido que congelar el semen del varón, después realizarse
determinadas pruebas diagnósticas, o incluso algún tratamiento específico. Y la
mujer, además del estudio previo y el tratamiento, se ha realizado una punción
ovárica. Y posteriormente ambos han congelado embriones. Todo ello tiene que
estar absolutamente claro y localizable al momento en la historia clínica. Una
historia que no todo el mundo puede consultar, y donde tenemos que cumplir un
riguroso control en cuanto a la ley de protección de datos se refiere.
En cualquier
ámbito de la medicina es imprescindible la protección de datos, pero en este
campo más, ya que es muy especial y exigen una sensibilidad exclusiva, más allá
de la ley. Las parejas, en la mayoría de los casos, quieren preservar su
anonimato, no solo en su ámbito personal, sino a todos los niveles. Y nosotros
tenemos que respetarlo.
Los procesos
de reproducción asistida, en muchas ocasiones, son un
arduo camino que se lleva en la soledad de la pareja. A veces nos cuentan que
están hartos de que la familia les pregunte constantemente cuando van a tener
hijos, o cuando van a conseguir un embarazo después de un tratamiento. Por eso,
en muchos casos, pagan sus recelos con nosotros, se vuelven exigentes y
desconfiados. Pero eso hay que entenderlo. Y es difícil, si no nos ponemos en
su piel, llegar a comprender en toda su amplitud, la angustia que les puede
generar.
En cualquier
caso, nunca debemos olvidar que todo lo que hacemos va dirigido a su confort, y
a conseguir en la mayoría de los casos su ilusión, que es un hijo.
Lee más del Diario de una embrióloga
Para más información visita nuestra Web
No hay comentarios:
Publicar un comentario