miércoles, 24 de abril de 2013

LA COCINA DE TAMBRE (DIARIO DE UN BIÓLOGO XXXIII)




Hatching  asistido

Hay veces que los pacientes nos superan. Esto es, solemos pensar que la mayoría de las técnicas de laboratorio y todo lo que hacemos, les suena bastante raro, no conocen lo que son y para qué sirven, y es lógico que tengamos que explicar cada paso que damos. Pero otras, y para nuestra sorpresa, son los pacientes los que nos exigen lo que tenemos que hacer. Podría entenderse que al ginecólogo le pidan una ICSI en vez de una inseminación (aunque sea el médico el que tenga que realizar el diagnóstico). Pero me cuesta entender cuando una paciente viene demandando, por ejemplo, un “hatching asistido”. ¡Ay, que malo es internet…! pienso entonces, en contra de mis propias convicciones.
Y es que hemos tenido una paciente que, después de recorrer varios centros de reproducción asistida sin éxito, ha acudido a nosotros para un ciclo de ICSI. Lamentablemente, tampoco conseguimos una gestación, pero se criopreservaron varios embriones de buena calidad que podían transferirse en el futuro. Y es ahora, cuando se ha decidido hacer la criotransferencia  “exige” realizarse un hatching asistido.
El hatching asistido consiste en realizar un orificio en la zona pelúcida del embrión (la parte más externa del mismo, que posteriormente dará origen a la placenta). Como  todas las técnicas, tiene sus defensores y sus detractores, según se consideren sus efectos positivos o negativos. Se empezó a utilizar hace ya varios años, porque existen embriones que tienen dificultad, cuando llegan a blastocisto (el momento en que se implantan en el útero) para “eclosionar”, esto es, para romper la zona pelúcida y que la masa celular interna, que dará lugar al embrión implante. Y entonces, con una pequeña ayuda, realizando en la zona este agujero podía facilitarse el proceso. Pero como es lógico, un agujero en el embrión no es lo mejor para su evolución. Por eso esta técnica, prácticamente en desuso, solo se utiliza cuando la zona pelúcida es muy gruesa y se sospecha que puede haber problemas.
A veces no vale de nada  que expliquemos detalladamente para qué sirve determinada técnica, o porqué no es aconsejable llevar a cabo un proceso. Las pacientes que insisten sin atender a razones son difíciles de convencer. Y para nosotros sería más sencillo hacer lo que nos piden. No discutiríamos, y ellas quedarían contentas. Pero no debemos de olvidar que hacemos medicina. Y la medicina consiste en aplicar un tratamiento correcto derivado de un diagnóstico correcto.
Finalmente, la paciente se ha llevado sus embriones a otro centro donde cumplan sus deseos.
Me da pena no haber conseguido convencerla. Pero me siento satisfecha porque hemos hecho lo que debíamos.

Publicaciones anteriores del Diario de un Embriólogo.

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