miércoles, 4 de julio de 2012

LA COCINA DE TAMBRE (DIARIO DE UNA EMBRIÓLOGA XVI)





Se acercan las vacaciones, parece que ya se notan en el aire, tan caliente como si viniera del desierto y en la gente que viene a vernos, ya con la inmediatez del deseo de irse. Y no voy a negar que a pesar de que disfruto con mi trabajo, tengo ganas de descanso. Los meses, a estas alturas, empiezan a pesar como losas, unos sobre otros. Y no sé si será el calor, o los días que se alargan y te llaman fuera del laboratorio y de la oscuridad, pero cuando las vacaciones están cerca, cuesta más trabajo cumplir con tus obligaciones cotidianas.
Cuando salgo de casa por la mañana camino del laboratorio, ya es completamente de día y me apetece pararme en una terraza, desayunar tranquilamente viendo a la gente que pasa con prisa camino al trabajo. Hasta que me doy cuenta de que yo soy una de ellos.
Al entrar en la Clínica, todo esto se borra como por arte de magia y solo existe  lo que conlleva el trabajo: gametos, embriones, charlas con pacientes, informes, etc. Y no me quejo en absoluto, porque el día pasa rápido, casi sin darme cuenta hasta que vuelvo a salir…

Además de nuestra rutina diaria, tenemos que hacer frente a los problemas comunes que conlleva este trabajo. Entre ellos esta la labor de dialogar con los pacientes y transmitirles tranquilidad en determinados momentos, como el momento vivido hoy con una pareja.

Estaban citados a las 11 de la mañana para la transferencia de embriones y han estado esperando casi una hora antes de poder realizarla. Y la verdad es que lo entiendo: es el momento de más tensión y que puede generar más ansiedad en todo el proceso,  y estás deseando que pase. Que pase ese momento y las posteriores dos semanas  hasta saber si se ha producido embarazo. No quiero ni pensar lo que eso supone para los pacientes: no poder hacer nada sino esperar y esperar…

Y aunque siempre les digo a las pacientes con las que hablo que se distraigan, que se mantengan ocupadas, pienso que es fácil aconsejarlo, pero no cumplirlo. Los pensamientos no los puedes atar y vuelan sin querer por tu cabeza. Por lo menos, eso es lo que a mi me pasa con frecuencia cuando tengo alguna preocupación…

Volviendo a esta pareja, les hemos explicado que el médico que estaba por la mañana en quirófano ha tenido una complicación inesperada y al no haber otro disponible en ese momento, no se ha podido realizar la transferencia hasta solucionar el  problema. Bien es cierto que han sido motivos insuperables, pero también es verdad que en esos momentos quizás no se ha tenido en cuenta la preocupación de la pareja que esperaba, sin saber, si existía algún problema: ¿tal vez con sus embriones? ¿tal vez no se habían dividido? Estos momentos nos enseñan a ponernos en la mente de los pacientes que hacen cábalas sobre todas las posibles incidencias que pueden motivar un retraso.

Debemos aprender de nuestros errores especialmente cuando lo que hacemos   repercute en otras personas y esto nos enseña no volver a repetirlo.
Ahora solo deseo que dentro de dos semanas, una buena noticia les haga olvidar del todo el mal rato.

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