Se acercan las
vacaciones, parece que ya se notan en el aire, tan caliente como si viniera del
desierto y en la gente que viene a vernos, ya con la inmediatez del deseo de
irse. Y no voy a negar que a pesar de que disfruto con mi trabajo, tengo ganas
de descanso. Los meses, a estas alturas, empiezan a pesar como losas, unos
sobre otros. Y no sé si será el calor, o los días que se alargan y te llaman
fuera del laboratorio y de la oscuridad, pero cuando las vacaciones están
cerca, cuesta más trabajo cumplir con tus obligaciones cotidianas.
Cuando salgo
de casa por la mañana camino del laboratorio, ya es completamente de día y me
apetece pararme en una terraza, desayunar tranquilamente viendo a la gente que
pasa con prisa camino al trabajo. Hasta que me doy cuenta de que yo soy una de
ellos.
Al entrar en la Clínica , todo esto se
borra como por arte de magia y solo existe
lo que conlleva el trabajo: gametos, embriones, charlas con pacientes,
informes, etc. Y no me quejo en absoluto, porque el día pasa rápido, casi sin
darme cuenta hasta que vuelvo a salir…
Además de
nuestra rutina diaria, tenemos que hacer frente a los problemas comunes que
conlleva este trabajo. Entre ellos esta la labor de dialogar con los pacientes y
transmitirles tranquilidad en determinados momentos, como el momento vivido hoy
con una pareja.
Estaban
citados a las 11 de la mañana para la transferencia de embriones y han estado
esperando casi una hora antes de poder realizarla. Y la verdad es que lo
entiendo: es el momento de más tensión y que puede generar más ansiedad en todo
el proceso, y estás deseando que pase.
Que pase ese momento y las posteriores dos semanas hasta saber si se ha producido embarazo. No
quiero ni pensar lo que eso supone para los pacientes: no poder hacer nada sino
esperar y esperar…
Y aunque
siempre les digo a las pacientes con las que hablo que se distraigan, que se
mantengan ocupadas, pienso que es fácil aconsejarlo, pero no cumplirlo. Los
pensamientos no los puedes atar y vuelan sin querer por tu cabeza. Por lo
menos, eso es lo que a mi me pasa con frecuencia cuando tengo alguna
preocupación…
Volviendo a
esta pareja, les hemos explicado que el médico que estaba por la mañana en
quirófano ha tenido una complicación inesperada y al no haber otro disponible
en ese momento, no se ha podido realizar la transferencia hasta solucionar
el problema. Bien es cierto que han sido
motivos insuperables, pero también es verdad que en esos momentos quizás no se
ha tenido en cuenta la preocupación de la pareja que esperaba, sin saber, si
existía algún problema: ¿tal vez con sus embriones? ¿tal vez no se habían
dividido? Estos momentos nos enseñan a ponernos en la mente de los pacientes
que hacen cábalas sobre todas las posibles incidencias que pueden motivar un
retraso.
Debemos
aprender de nuestros errores especialmente cuando lo que hacemos repercute en otras personas y esto nos
enseña no volver a repetirlo.
Ahora solo
deseo que dentro de dos semanas, una buena noticia les haga olvidar del todo el
mal rato.
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