En los últimos años los avances
en reproducción y genética han propiciado el desarrollo del Diagnóstico
Genético Preimplantacional (DGP) . El DGP se realiza, principalmente, a parejas con riesgo de transmitir enfermedades
monogénicas (enfermedad de Huntington, fibrosis quística,
distrofia miotónica u otras como las ligadas al sexo), trastornos cromosómicos
o estructurales.
Independientemente de la salud
reproductiva de la pareja, esta técnica requiere siempre un tratamiento
de Fecundación in Vitro (FIV) con Microinyección Espermática (ICSI), para
disponer de los embriones en el laboratorio. Tras la realización a la pareja de
un estudio de informatividad y siguiendo el procedimiento de una FIV, la mujer
ha de someterse a estimulación ovárica con el fin de conseguir el mayor número
posible de ovocitos. A través de la Microinyección Espermática, la inseminación
de dichos ovocitos se realiza mediante la introducción, de manera artificial y
con un micromanipulador, de un espermatozoide en cada uno de los óvulos maduros
obtenidos. Tres días después de la punción ovárica y de la fecundación del
óvulo por un espermatozoide, es decir, cuando el embrión posee entre 6 y 8
células, se procede al DGP. Mediante un orificio en la membrana externa del
embrión se aspira una blastómera o célula. Posteriormente se efectúa un análisis cromosómico
de la célula en el laboratorio. Se transfiere entonces a la madre los embriones
que se encuentran libres de la enfermedad o anomalía, en caso de que los
hubiera.
El hecho de que el embrión no posea ninguna
alteración genómica no asegura que se vaya a implantar, ya que además existen
otros muchos factores de los que depende la implantación. La tasa de embarazos va
a depender asimismo de, entre otros, factores como la edad materna, calidad
ovocitaria y/o baja respuesta a la estimulación. También es importante resaltar
que el diagnóstico obtenido hace referencia única y exclusivamente a las
mutaciones analizadas, no descartando que los embriones libres de la alteración
no tengan riesgo de otras anomalías cromosómicas como podría ser, por ejemplo, un
Síndrome de Down.
La complejidad de la técnica hace que el coste
económico de la misma sea más elevado que teniendo que recurrir a una FIV/ICSI
convencional pero en el caso de enfermedades monogénicas es la forma más eficaz
de conseguir embriones libres de enfermedad y terminar así con la linea de
transmisión de la misma.
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