miércoles, 25 de abril de 2012

LA COCINA DE TAMBRE (Diario de una Embrióloga XI)


Diario de una Embrióloga (XI)


Resultado positivo

Hoy ha venido una pareja a la Clínica con su bebé para mostrárnoslo. Me encantan esos momentos. La verdad es que ha sido casual que pasara por ahí, y los viera. La mayoría de las veces no nos enteramos cuando los pacientes traen a sus bebes, porque estamos en el laboratorio y no pasamos por recepción cuando acuden. Y tampoco ellos nos conocen, porque solo han hablado con nosotros por teléfono, o, a lo sumo, nos han visto en la transferencia de los embriones, y en esos momentos de tensión es difícil que se acuerden de nosotros. Pero en ocasiones, o nos los encontramos por casualidad, o nuestros compañeros de otros departamentos nos avisan. Y ese es el mejor momento, podrías estar toda la mañana con ellos, solo para poder sentir la felicidad que trasmiten.

El bebé era precioso. No se muy bien calcular el tiempo de los niños, y podría tener entre tres y cinco meses, pero eso da igual. Sonreía y nos miraba a todos sin extrañar nada, como si ya supiera que todos éramos parte de su familia. Pero lo más conmovedor eran los padres. No es que sonrieran, es que ya eran ellos mismos una sonrisa que llenaba de felicidad todo lo que les rodeaba. ¿Para qué preguntar los mismos tópicos de si lloraba por la noche, comía bien y era tranquilo? Hubieran jurado lo que fuera por demostrar que era el mejor bebé del mundo.
Todos en la Clínica ya hemos aprendido, es la primera lección impartida al llegar, los bebés que vienen a la Clínica “no se parecen a nadie”. Por muy claro que nos parezca, no debemos decir si tiene los ojos de su padre o la boca de la madre. Porque existen muchas posibilidades de equivocarnos, ya que la donación de óvulos o de espermatozoides está muy presente. Y no es el primer caso en que, aún sabiendo el origen genético del niño, vemos un asombroso parecido, alimentado por gestos y  maneras adoptadas inconscientemente. Siempre es absolutamente cierto que ellos son los padres, pero en estas circunstancias, los más sorprendidos somos nosotros.
Y no he podido evitar, al ver a este niño, acordarme del embrión que fue, y que nosotros tuvimos la inmensa suerte de observar en el laboratorio. Y más aún: desde el preciso instante en que introdujimos el espermatozoide en el óvulo y al día siguiente, con el corazón encogido, comprobamos que había fecundado.
Bueno, en realidad no sabemos cual de los dos embriones que se transfirieron se ha transformado en una personita. Pero cualquiera de los embriones que cada día miramos, cuidamos y mimamos, son en sí mismo un milagro. No podemos caer en la vanidad ni en la presunción al pensar que podemos crear vida. Sería como jactarse de vivir. Pero sí nos sentimos de alguna manera los guardianes de  lo que un día, puede ser la mayor felicidad de una pareja.

2 comentarios:

  1. Preciosa...

    y nada más por que realmente quedo sin palabras
    así que simplemente... Precioso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Katrina por tus palabras, es un orgullo recibir estos comentarios, esperamos que sigas leyéndonos y que siempre estemos a la altura.

      Eliminar