lunes, 23 de enero de 2012

Vitrificación de Ovocitos en la Clínica Tambre


La vitrificación de ovocitos es una opción que se ofrece en la Clínica Tambre para las pacientes que quieran retrasar el momento de su maternidad y deseen conservarlos, para las mujeres con cáncer que deseen criopreservarlos para el futuro, o bien para mujeres que prefieran realizar un ciclo de donación con ovocitos vitrificados de nuestro banco.

Presentamos aquí un testimonio de este último caso.

 MARISOL, LA NIÑA QUE VINO DEL FRÍO.


Me llamo Marisol y nací hace 6 meses de un ovocito vitrificado.
Mi madre me ha contado que llevaba mucho tiempo esperándome. Está tan feliz, que a veces pienso si no dejará volar su imaginación y me está contando un cuento para que me duerma, o es la verdad, tan linda, que ya quiere que conozca y me habla para que nunca la olvide. Pero ella nunca me mentiría: soy lo que más ha deseado en el mundo y quiere que conozca mis orígenes.
A veces, cuando cree que duermo (los mayores no se imaginan que los bebés podemos hacernos los dormidos), se para, y me mira muy largamente, como si quisiera retenerme dentro de sus ojos para siempre. Y a mi me gustaría no crecer, para que siempre me recuerde así de pequeña, pero, en fin. Tendremos que acostumbrarnos la una a la otra y con ello a nuestros cambios.
Mi madre me ha dicho que no tengo papá, pero como ella me deseaba tanto, y en realidad, no lo necesitaba, acudió a que le ayudaran en su sueño de ser madre. En principio pensó que solamente necesitaría que le donaran los espermatozoides del padre que no tengo y que con una inseminación se arreglaría. Pero le dijeron que, aunque ella no es mayor aún, sus óvulos habían envejecido antes de tiempo, y sería muy difícil conseguir un embarazo con ellos. Así que, la opción era la donación de ovocitos junto con la de semen. Yo creo que ahora ella lo cuenta como si tal cosa, pero estoy segura de que debió de sufrir. Tardas en decidir algo tan importante como tener un hijo y convertirte en la mamá de alguien distinto a ti. Pero si te dicen además que no va a provenir de ti, supongo que hay que asimilarlo.
Sin embargo, también me ha contado que, después de pensarlo detenidamente llegó a la conclusión de ¿qué es una célula? ¿qué importa si esa célula no es mía, si yo voy a ser la que te tenga en mi vientre, alimentándote de mi sangre, creciendo dentro? Y entonces tomó la decisión de forma irrevocable.
Entonces le hablaron de ovocitos que habían donado, y que estaban congelados a la espera de su adopción. Le dijeron que estaban “vitrificados”, es decir, congelados a muy, muy, bajas temperaturas, con una técnica que, según parece, ofrece muy buenos resultados y de la que ya hay muchos niños nacidos en el mundo.
Así que mi madre dijo que sí. Aceptaría los ovocitos vitrificados.
Mi madre no preguntó por la donante. No le importaba si era morena, rubia, o de que color tenía los ojos. No le importaba si no se parecía a ella. Mi madre es muy lista, y sabe que la genética no es una ciencia exacta, y que los hijos no siempre se parecen a los padres. Mi madre tiene los ojos oscuros como una noche de verano, y su madre, sin embargo, azules como si fuera la versión diurna. Mi madre no es egoísta. Es la persona más desprendida que del mundo (bien es verdad que tampoco conozco a mucha gente todavía). Pero nunca ha querido una copia de si misma, ni intenta enmendar lo que en ella hubiera fallado. Solo me quiere, y ya está. Así de simple.
En la clínica descongelaron en total doce ovocitos y aunque fecundaron diez, y todos se dividieron en embriones, de ellos, al final, se transfirieron los dos mejores. Y uno de ellos resultó que era yo.
Me imagino a mi madre esperando las dos semanas después de la transferencia. Supongo que debía estar tan nerviosa que no podría concentrarse en nada. Y, ahora que llevo seis meses conociéndola, me la imagino también en el baño cada poco rato, para ver si le había bajado la regla….
En fin. Entonces aparecí. Y lo único que hacía era, no mirarme, sino explorarme detenidamente: si, tiene cinco dedos en cada mano, cinco dedos en cada pie… es perfecta.
Después de nacer, me ha llevado a muchos sitios. Y me han mirado, la han mirado a ella, y han dicho: ¡Es igualita que tú! Y mi madre me ha mirado con ternura, y ha sonreído. Pero no dice nada. Es nuestro secreto.
Un día, cuando sepa hablar, le preguntaré porqué precisamente, me ha llamado Marisol. Si he venido del frío.

Para conocer más acerca de este proceso les invitamos a leer nuestra web:

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