Cuando una pareja tiene que tener relaciones sexuales en un
determinado momento, lo que era un ejercicio espontáneo y placentero se
convierte en una obligación asfixiante que deteriora la calidad del encuentro
sexual. La sexualidad como fuente de gratificación y placer se transforma en un
comienzo de estrés y obligación para la pareja y puede reducirse a lograr una
meta exclusivamente reproductiva. El erotismo, el juego, la sorpresa, en muchos
casos desaparece. La prolongación en el tiempo de esta situación puede llegar a
generar, en ocasiones, disfunciones sexuales.
En el hombre, el descenso del deseo sexual, la impotencia o
disfunción eréctil y eyaculación precoz (falta de control eyaculatorio) son los
principales trastornos asociados. En ocasiones, el hombre asocia
erróneamente el diagnóstico de infertilidad masculina con una disminución de su
virilidad o potencia sexual. En la mujer, puede darse descenso del deseo
sexual, vaginismo (imposibilidad de realizar el acto sexual debido a la
contracción involuntaria de los músculos que rodean la vagina) y dispareunia
(presencia de dolor o molestia en las relaciones sexuales). La ansiedad y la
tristeza son emociones que pueden afectar directamente a la calidad de las
relaciones sexuales.
En cualquiera de estas situaciones es aconsejable obtener apoyo
psicológico para reducir el impacto del tratamiento en las relaciones íntimas
de la pareja. Pero, en cualquier caso, y ahora que las vacaciones (con o
sin salidas estivales), están aquí al lado, lo que recomendamos encarecidamente
es que las relaciones sexuales sean espontáneas, cuando surjan, y nunca
forzadas por un deseo reproductivo. ¡Quien sabe! Son muchos los casos de
embarazos espontáneos en medio de un tratamiento de esterilidad o en el periodo
de descanso… Así que: ¡A disfrutar!
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