Factor másculino
Esta noche no he podido dormir dándole vueltas a la cabeza sobre como iría la fecundación de una paciente que tuvimos ayer.
Esta noche no he podido dormir dándole vueltas a la cabeza sobre como iría la fecundación de una paciente que tuvimos ayer.
Las altas temperaturas no han favorecido nada, y me he pasado las horas pensando en los peores presagios que el calor y mi preocupación se han encargado de acrecentar. El insomnio es lo peor que existe para el optimismo, sin embargo por la mañana, a pesar de lo temprano del día, consigo ver las cosas de otra manera.
A veces me pasa, que con los casos más difíciles, o bien porque hay pocos ovocitos o pocos espermatozoides, o bien porque cualquiera de los dos gametos son de mala calidad, no consigo quedarme tranquila hasta que veo al día siguiente qué ha sucedido.
La pareja de ayer presentaba un factor masculino muy severo. En este caso, teníamos una muestra congelada por si acaso no se encontraban espermatozoides en el eyaculado el día de la punción e hicimos bien. Cuando el varón recogió la muestra de semen y la observamos al microscopio, no vimos ni un solo espermatozoide móvil, y tuvimos que recurrir a la muestra que teníamos congelada. En esta muestra inicialmente había pocos espermatozoides y ya que normalmente se pierde un tanto por ciento de movilidad espermática con la congelación y descongelación, (variable según los pacientes), tampoco encontramos con facilidad espermatozoides para microinyectar y tardamos más de dos horas en encontrar los suficientes espermatozoides móviles.
En los casos de factor masculino muy severo si tenemos un número relativamente alto de ovocitos, contamos con que, a pesar de que la tasa de fecundación sea baja, podemos conseguir finalmente embriones para transferir. Pero en este caso se obtuvieron cinco ovocitos, de los cuales cuatro eran maduros y aptos para microinyectar.
Encontrar cuatro espermatozoides móviles fue una odisea. Tras permanecer casi dos horas detrás del microscopio, conseguimos localizarlos. Pero no eran precisamente unos espermatozoides morfológicamente perfectos. Era lo que había. Y con todo el cuidado y el interés del que fui capaz, fui inyectando uno a uno, como si de preciados tesoros se tratara, en cada ovocito maduro. Y a esperar…
Y en esta espera, afortunadamente, no ha participado la pareja. Bastante tienen ellos con la expectación hasta la prueba de embarazo. Es mejor evitar situaciones estresantes añadidas para ellos.
Al día siguiente llego al laboratorio con el corazón encogido, y miro el incubador donde están los ovocitos que ayer microinyecté. Previamente, ya he comprobado que todo está en orden: temperatura y niveles de los gases de los incubadores, temperatura exterior, etc. Todos los controles rutinarios diarios. Y casi no me atrevo a coger la placa donde están los ovocitos y ponerla en el microscopio.
Un compañero observa en la pantalla de TV al mismo tiempo que yo miro al microscopio. Uno, dos, tres, cuatro…. ¡Hay dos ovocitos fecundados! Con un poco de suerte, se dividirán en preciosos embriones, y podremos conseguir el embarazo.
Voy a llamar enseguida a la pareja para darles la buena noticia y decirles a que hora tienen que venir mañana a la transferencia. A partir de entonces, tendrán que armarse de esperanza, ya que serán ellos los que pasen más de una noche sin dormir.
Ojala lo consigan…
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