miércoles, 8 de febrero de 2012

LA COCINA DE TAMBRE (Diario de una Embrióloga, VI)




Este fin de semana estoy de guardia. No se todavía cuanto trabajo habrá. Hasta el jueves por la tarde, en que se citarán las punciones del sábado, y el viernes las del domingo no tendremos idea en el laboratorio de lo que tenemos que hacer. Pero en principio parece que se presenta movido: hemos tenido muchos ciclos esta semana, y por lo menos, habrá muchas transferencias de embriones.
Aunque siempre pienso en las pacientes, e intento no olvidar lo que para ellas supone llegar al final del proceso: su ansiedad, sus miedos, a veces me resulta duro estar dos semanas seguidas sin descanso en el laboratorio. Me voy a casa, y me cuesta olvidarme de que al día siguiente tengo que ver como ha ido la fecundación, o como se han dividido los embriones, y parece que un día enlaza con el otro de forma indefinida, sin separación entre ellos, sin algo distinto a tener en mi cabeza únicamente gametos y embriones.
Pero esto es algo que nos diferencia de los demás. El otro día hablaba por teléfono con una paciente a la que le comuniqué que la llamaría el fin de semana, y quedó extrañada: “¿Trabajáis en fin de semana?, Estuve antes en otra clínica y no tenían punciones los fines de semana”. No sólo los fines de semana, -le contesté-, no cerramos ningún día del año: ni fiestas, ni Navidad, ningún día. Porque, como dice mi jefe, “el que manda es el ovario”. Y si el ovario no deja de trabajar ningún día del año ¿por qué lo vamos a hacer nosotros?.
Es verdad que existen equipos cuyos tratamientos van encaminados a dirigir la ovulación hacia días determinados. Pero eso es ir en contra de la fisiología humana. Forzar a la naturaleza únicamente con el propósito de que nos sea más cómodo, no siempre es beneficioso. Sobre todo de cara a los resultados.
Estamos orgullosos de tener unos resultados de gestación realmente buenos. Y no tenemos que hacer publicidad de ellos (de hecho, ni siquiera los publicitamos en la web). La mejor publicidad es la que las pacientes se hacen entre sí, cuando quedan embarazadas. Y estas pequeñas concesiones a la naturaleza son las que, poco a poco, influyen en el resultado final.
Me digo a mi misma que al final, esto es lo que importa. Esto es parte de nuestro trabajo. Y pocas tareas dan tantas satisfacciones como ésta. Aunque sea al final el ginecólogo el que vea el embarazo, y las pacientes muchas veces ni nos conocen… Pero nosotros vemos el principio todos los días. Y aunque no les pongamos “cara” a las pacientes, si se las ponemos a sus embriones. Por eso nos gusta tanto darles su foto en los informes, para que tengan su primera imagen. Así que si me paro a pensar, el hecho de venir a trabajar el fin de semana no supone tanto esfuerzo, si al final los beneficios son mayores.

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